Efecto san Mateo

Así es como, a partir del sociólogo norteamericano Robert K. Merton, se conoce aquella miseria intelectual por la que, dentro del mundo académico, «al que tiene se le dará y tendrá de sobra» (Mt. 13, 12). No sé si el espíritu de la cita corresponde exactamente con esta realidad. Mientras las cabezas visibles reciben los laureles por los logros científicos, los obreros, que son los verdaderos artífices, permanecen en el anonimato. Dos sentimientos se enfrentan en estos casos, el de la ambición de los primeros, a quienes no les importa un ápice el entusiasmo de los segundos. Se produce, en definitiva, una crisis, una tensión de fuerzas cuando, así de atinadamente lo expresó Bertolt Brecht, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer… Justo porque no le dejan.

Me imagino que esto sucede no sólo en el ámbito académico. Hablo, claro está, de aquellos líderes que repudian las palabras de Leonardo da Vinci, que instan al discípulo a superar al maestro, porque en realidad no son maestros, sino unos auténticos cínicos que buscan el proselitismo más que la confrontación de ideas. Su nombradía se consigue a base de engaños, de planes de trabajo pregonados a los cuatro vientos, cuando no son usurpaciones de ideas extraordinarias sugeridas inocentemente por las bases del equipo. Con este bagaje construyen algunos su currículum. En ciencia hay que ir, como dijo el neoplatónico Bernardo de Chartres, a hombros de gigantes. Sin embargo estos personajes, con su orondo engreimiento, prefieren más bien aplastarlos.