Conversiones singulares

La literatura sobre conversiones lleva trazas de erigirse en género. Es hora, por tanto, de redactar una historia global de las singulares, donde cada capítulo esté dedicado a una figura relevante. Por eso no me refiero a las transformaciones ad hoc, ocasionales o interesadas –como la del artista posmoderno Andrés Serrano, autor de la tristemente famosa fotografía Piss Christ(ya el título lo dice todo), motivada por las reacciones en contra de grupos religiosos– sino a las sinceras, heroicas, fundamentales y conmovedoras. En el caso de quienes las han vivido, es innegable su condición de seres excepcionales. Es un gozo para el alma y el intelecto sentir y conocer sus circunstancias, sus experiencias, los contextos adversos a que tienen que enfrentarse y la respuesta que ofrecen: un cambio profundo a partir de una inmensa luz divina, capaz de iluminar la oscuridad del espíritu. Aquí van algunos hitos a cuyas vidas sugiero que se acerquen: Agustín de Hipona, filósofo y Padre de la Iglesia; escritores como Fiódor Dostoyevsky y Carmen Laforet; incluso roqueros, como Neal Morse y Bob Dylan… Ejemplos hay muchos, más de los que pueden caber en esta columna. En un extremo de estos giros radicales estaría Saulo de Tarso; en el otro, Jürgen Habermas, el octogenario filósofo de izquierdas que, al parecer tras un encuentro por el aquel entonces cardenal Ratzinger, ha pasado a reconocer la función pública de la religión y su capacidad como recurso moral contra el capitalismo imperante. Por algo se empieza.