Usufructuarios

En los últimos días estamos asistiendo, la mayoría como simples espectadores, a la presentación de una serie de propuestas encaminadas a generar pingües beneficios para el territorio que las acoja, aunque, sin duda alguna, aún más para quienes las abanderan: prospecciones petrolíferas en Andalucía y Canarias, cementerios nucleares en Castilla-La Mancha, plantaciones de marihuana en municipios catalanes, proyectos de metrópolis del juego en esta comunidad y en la madrileña… La crisis incentiva la proliferación de dichos proyectos, los cuales pueden suponer una ayuda para las maltrechas economías locales, a costa, sin embargo, de que los ciudadanos pierdan en salud física y ambiental; e, incluso, de fomentar prácticas insanas como el consumo de drogas o la ludopatía.

No son formas estas de arreglar lo que los insensatos con poder han destrozado. Como cristianos hemos de ser conscientes de que, pese a lo honroso del fin, este jamás puede justificar los medios. Somos la otra parte del contrato suscrito con Dios desde el principio de la humanidad. Un contrato, una alianza, que es universal por cuanto afecta a toda la creación, de la cual somos usufructuarios. Ahí es nada. Hemos de preocuparnos por el presente, claro que sí, pero también hay que ser responsables del legado que dejamos a las generaciones venideras. Por más que pensemos que estas propuestas sean una solución a los problemas provocados por la torpeza de unos pocos en el ahora, la historia futura, en cambio, no debería pagar las consecuencias.