Es el reclamo que viene siendo cada vez más habitual para captar la atención de los viandantes. El sexo vende, por eso llama la atención que se anuncie como gratis. Por contra, resulta extraño que hayan sido las grandes empresas que se anuncian en televisión las que amenacen con retirar su publicidad de los programas que se emiten muy alejados de las horas que, por ética y educación, deberían ser las normales de emisión, es decir, fuera de las de máxima audiencia, donde, por desgracia, se incluyen los menores, habituados como están a consumir grandes dosis de caja tonta. Me refiero a programas como Todos los secretos del sexo, del canal Divinity, o La noria, en Tele 5, en otra forma de lubricidad como es la exposición del cuerpo y del alma a los medios.
Así pues, lo que no han podido las buenas costumbres lo han conseguido los emporios comerciales, no sé si acuciados por unos pocos, aún mantenedores de una sana moral, muy alejados del «todo vale». Pero no es por una actitud responsable ante el mundo, es sólo porque las compañías pierden potenciales clientes. Recuerdo ahora cómo en un antiguo manual de anatomía leí que el ser humano es la especie cuyos órganos sexuales y cerebro guardan entre sí, en proporción, la máxima distancia. Grandeza de esta dimensión longitudinal, complementaria de la altura que alcanzó cuando se irguió para siempre. Sin embargo, qué empeño tienen algunos en tratar de que ambos órganos se aproximen, queriendo volver de nuevo a la fisonomía de los primates, o más aún, de los reptiles.