A la periferia le cuesta más salir adelante, ser reconocida en su trabajo, aunque a menudo supere con creces al del almidonado centro, que ya por serlo parte con una ventaja inicial. A decir verdad, en nuestra vida siempre debería seguirse la trascendencia, salir más allá de los estrictos límites territoriales, y mentales, del terruño. Y para ello hay dos caminos, si bien uno mucho más esforzado que otro.
Un artista de provincias se fue por el más fácil, a fin de conseguir una «notoriedad» que, por supuesto, veía imposible alcanzar de haber optado por el trabajo sincero, del día a día, de la continua experimentación y del emotivo descubrimiento. Lejos de todo eso, decidió seguir la línea de que hablen de uno a base del escándalo, de nuevo uniendo religión y pornografía, en este caso con la variante de un Jesucristo homosexual y una Virgen María prostituta. Como suelo ironizar en estos casos: «Todo un logro». La misma senda tomada, hace un par de años, por otro artista de provincias, también fotógrafo, que consiguió incluso apoyo institucional. No se dan cuenta los gestores regionales de que así no es forma de quitarse el pelo de la dehesa.
El artista de marras ha declarado que no era su intención provocar. Me fascina el cinismo revestido de candidez de estos artistas. ¿Qué respuesta podemos darles a su intrascendencia? No es argumento acudir al tópico de que no se atreven con los musulmanes. Tampoco valen los ataques ni las amenazas. Lo mejor es castigarlos con el látigo de la indiferencia, impedir cualquier mención a su nombre o a su obra, porque nombrar algo es ya darle existencia. Y eso es lo que quieren: la nombradía fácil a expensas de la repercusión mediática. No debería ser su circo lugar para nuestra tribuna.